Es una sustancia que, como cualquier virus letal, como cualquier otra dependencia, se ha introducido en tu vida y te afecta continuamente, a diario.
Como toda adicción, cuanto más consumes, más quieres… Más necesitas.
Pero, a diferencia del resto de adicciones o sustancias que puedas imaginar (como el alcohol, el tabaco, la cocaína o cualquier otra droga) esta sustancia, en concreto, se vale de tu propio organismo para segregar las toxinas que te hacen adicto y te destruyen.
Te estoy hablando de la preocupación.
Somos adictos a las preocupaciones, de todo tipo, de toda clase, por cualquier razón.
Y esta adicción es tremendamente peligrosa y potencialmente letal. Se puede morir de preocupaciones y de miedo.
Ahí están los infartos, los suicidios, las depresiones, los terrores nocturnos y, según no pocos estudios, incluso el orígen del propio cáncer.
Años de preocupación continua, por todo: Por la familia, por el dinero, por los negocios, por los hijos, por las enfermedades, las guerras, la crisis… O, por todo lo anterior a la vez, acaban haciendo añicos el sistema inmunitario. Lo debilitan hasta que aparecen todo tipo de patologías o enfermedades que pueden llegar a ser mortales o causa de postración de por vida. Después, los ciegos tienden a creer que la enfermedad que acabó con un conocido fue la causa, sin ir un poco más atrás, al orígen que permitió que esa patología anidara en nosotros.
La preocupación es silenciosa y se adueña de tu pensamiento. Nos amarga, nos causa dolor, miedo y frustración, entre otras emociones destructivas. Pero ahí no queda la cosa.
Lo peor es que ese torrente de pensamientos destructivos y nocivos continuos hacen que nuestro sistema endocrino segregue infinidad de hormonas igualmente dañinas para todo nuestro organismo. Forzamos a nuestro sistema inmunitario a “creer” que está siendo atacado, descompensando así su funcionamiento y anulando la mayoría de sus funciones para centrarse en una respuesta “defensiva” ante un enemigo que no existe, pero que el miedo y la preocupación constante, hacen creíbles.
Como decía al principio, ese mismo torrente de hormonas que segrega nuestro sistema endocrino, nos “engancha”. Así es… Se hace adictivo.
Somos adictos a sufrir, a sentir dolor, pena, miedo… Preocupación.
Y lo somos porque nuestro organismo es el mejor y más eficiente laboratorio de estupefacientes del mundo.
Esos pensamientos y esas emociones nos hacen daño, pero las sustancias químicas que segregamos nos convierten en “yonkis” de las mismas. Y nuestro cerebro pide más… aunque le haga daño.
Esta adicción a la preocupación es un fantasma que se introduce en nuestra mente y nos devora desde dentro.
Sentimos preocupación (que es la antesala del miedo) por todo y eso terminada marcando nuestra jornada laboral, personal, familiar, sentimental… Así como nuestro diálogo interior.
Vivimos en estado de alerta, de tensión (estrés), con una permanente sensación de ansiedad y encontramos enemigos en todas partes: El gobierno, los poderes en la sombra, el jefe, el compañero de trabajo, el vecino, la ex-esposa o el ex-marido… Sin darnos cuenta de que el enemigo está dentro de nosotros y que sólo ahí podamos detenerlo.
Libérate de esa adicción. Libérate de ese dictador, de ese tirano que te está matando. No es que no te permita ser feliz (que tampoco), es que TE ESTÁ MATANDO LENTAMENTE. DÍA A DÍA Y CON TU CONSENTIMIENTO.
¿Cuándo viviste una sola jornada de tu vida en completa tranquilidad?;
¿Cuándo pasaste un solo día tanto en tu aspecto personal como en el personal y familiar, sin preocupaciones, sin estrategias, sin miedo, sin hacer cálculos, pensar en pagos, deudas, crisis o a la defensiva en algún momento por algo?
No has sido libre ni un solo día completo de tu vida adulta.
Ya no olvidas. Ya no dejas pasar las cosas como cuando eras niño.
Ya no lo relativizas todo.
Ya no te acuerdas de que no hay unas sola persona en este planeta (desde el más poderoso y rico, al más pobre… ni una sola persona) que sepa qué puede pasar en su vida dentro de 5 minutos. Y no obstante esa liberación, que debería servirte para vivir el momento y no pensar en nada más, tú prefieres hacer planes, pensar en “qué podrá pasar si…”, “qué sucederá si…”, “qué me acontecerá mañana o la semana que viene con tal o cual asunto…” ¿Te suena?.
Claro que te suena. Es el lenguaje de programación constantemente destructivo con el que te programas; La letanía con la que te castigas; El tirano al que prestas atención para insultarte, menospreciarte, aterrorizarte y matarte cada día, cada poco rato.
Pero hay posiblidad de liberación:
Sé consciente de que “esa preocupación” no te la está recordando tu mente, sino un yonki dentro de ti que suplica su ración de sufrimiento.
No escuches más a ese adicto. No sigas a su lado porque te destruirá, como hace todo yonki con todo el que se acerca a él y consume con él.
Ignora esos pensamientos tan pronto aparezcan en tu mente. ¡No luches contra ellos!, porque eso los refuerza.
Si quieres que algo desaparezca de tu vida, no luches nunca contra ello porque todo aquello a lo que te resistes, persiste.
Sencillamente, IGNORA esos mensajes.
Deja de cultivar esas imágenes, esos recuerdos, esos pensamientos, ideas, temores, dudas… Preocupaciones en suma.
Y debes hacerlo por ti y por los tuyos.
Por tu propio bien, por tu carácter, calidad de vida, salud (mental y física), seguridad económica, laboral, familiar, sentimental… ¿Quieres más razones para dejar de atender a ese adicto que hay dentro de ti?. ¿Te parecen pocas estas razones?.
Es tu vida físicamente hablando, lo que está en juego. Es tu salud, tu juventud, tu psique y tu organismo. ¡Todo eso está en juego!.
Eres un adicto/a, pero puedes dejar de serlo.
O… la otra alternativa es, por duro que suene: La muerte en vida.
En tu mano está, como todo en este mundo, en tú mundo.